LA VERDADERA HISTORIA DEL CROISSANT

 

 

A pesar de que la gran mayoría de personas creen que el croissant o cruasán (que significa "creciente" en francéds, debido a su forma de cuarto creciente lunar) es galo, lo cierto es que se creó en Austria. 

 

Su origen se remona al año 1683, época en la que el Imperio Otomano avanzaba por Europa. Después de haber arrasado con Constantinople, los Balcanes y parte de Hungría, fijaron su objetivo en Viena. 

 

La estrategia fue socavar el terreno por debajo de las murallas, hasta desembocar en el centro de la ciudad. Con tal de no ser descubiertos, sólo trabajaban de noche. Lo que no sabían es que los panaderos también trabajaban a esas horas. Ellos, al oír el ruido que hacían excavando, dieron la voz de alarma. Esto permitió que los vieneses abortaran el asalto.

 

 

 

 

Con tal de inmortalizar la victoria, el rey de Polonia y Lituania, Juan III Sobiesdky encargó a los panaderos que elaboraran unos panecillos con la forma del emblema de los turcos, la media luna. 

 

No fue hasta 1770 que el croissant llegó a Francia, cuando María Anonieta de Asturias lo introdujo en la corte. Más tarde, en 1838, el pastelero austríaco August Zang abrió su panadería en París donde se hizo popular. 

 

En 1920, se cambió la massa por un hojaldre con manteca, conviertiéndose en uno de los íconos de la gastronomía francesa. 

 

 

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